Huellas de lector

05 octubre 2003

El encanto de los libros de biblioteca está en las manos por las que han pasado. El libro que leo ahora está lleno de quemazones. Largas quemaduras atraviesan las páginas, una tras otra, como serpientes amarillas. Da la sensación de que el tipo ha usado el libro de cenicero. O que no le gustaba y como venganza iba dejando un sendero de desprecio en la novela. Con los años he ido extrayendo pequeños tesoros del interior de los libros: billetes de metro, boletos de lotería, estampitas de San Pancracio, la tarjeta de un puticlub, la publicidad de una tienda de petardos... Siempre los examino con pulcritud de coleccionista, buscando una fecha, un nombre... pistas sobre ese anterior lector al que trato de imaginar.


Además de los que dejan regalos en los libros, están los que quieren quedarse para siempre en los libros. Y en este grupo hay una fauna muy variada. Están los que corrigen al autor, insoportables, pedantes, que hacen una anotación al margen del tipo “leísmo” o “falta el acento”. También los que leen con espíritu de alumnos aplicados, y apuntan los significados de las palabras más raras. Por no hablar del batallón de los entusiastas, los que escriben ¡dios mío! o ¡qué bueno! como si pudieran comunicarse con el autor a través de una tinta paranormal.

Quizá uno de los grupos más destructivos sean los que subrayan (en la variación más vándala llegan a hacerlo a boli) porque hacen que preveas con antelación cuando vas a llegar a un pasaje interesante. Nada que ver con los respetuosos lectores que, por no molestar, solo doblan ligeramente las esquinas, aunque ni ellos saben muy bien para qué. A veces, sin embargo, si el libro es muy viejo y ha pasado por las manos de varios dobladores de esquinas, llegan a verse auténticos prodigios de páginas dobladas hasta la mitad, en sucesivas dobleces, y leer es entonces como ir abriendo ostras.

En algunos libros he encontrado arena de playa, pelos de mujer, marcas de carmín... Cualquier día me encuentro un condón usado.

No hace mucho tiempo, bajo el nombre de ‘Charo’, encontré un teléfono anotado en el dorso de una contraportada. Inducido por una irrefrenable curiosidad, llamé: ¿Te gustó ‘La calle estrecha’? – pregunté. ‘No, gracias, no queremos nada’. Y me colgaron, lógicamente.

9 Respuestas ( Deja un comentario )

  1. Anónimo dijo...
  2. Viendo detenidamente tu blog, me encuentro con esta entrada, preciosa, en la que no hay ningún comentario. Por la fecha es fácil adivinar que no tuvieras muchos lectores, posiblemente tú y tus amigos, pero la calidad es la calidad y aunque el blog hoy no esté en la línea del artículo, el éxito te ha llegado. Me pregunto qué pasaría con los comentarios en esta entrada si la publicaras con fecha de hoy. Seguro que los habría a montones. En fin, supongo que son las cosas de la notoriedad; el tanto tienes tanto vales aplicado aquí. Felicidades y un saludo.

  3. Antonio Martínez Ron dijo...
  4. Muchísimas gracias, amigo. No sabes cuánto agradezco tus palabras. saludos

  5. Anónimo dijo...
  6. A mí me pasa igual, siento una extraña fascinación por esos rastros de lectores anónimos. La mayoría de las veces que puedo elegir entre varios volúmenes del mismo libro acabo llevándome el más gastado. En cierto modo me atrae la idea de que el libro sea un punto casual de unión entre vidas totalmente diferentes, inconexas y anónimas, de hecho podría ser hasta el argumento de una película, seguir el paso de un libro y atisbar las vidas de sus lectores durante el breve tiempo en que el libro permanece con cada uno.
    Un saludo.

  7. Antonio Martínez Ron dijo...
  8. jajaja! Sería un peliculón, desde luego. ¿Y has vivido la experiencia de reencontrarte con un libro que ya había pasado por tus manos? Yo soy un concienzudo doblador de puntas, y es extraño eso de reconocer los sitios por donde he pasado... saludos!

  9. Anónimo dijo...
  10. experimente

  11. Anónimo dijo...
  12. Hola, Aberrón!
    Llegué hasta este post después de pasarme la tarde navegando por tu blog, y me he sentido tan identificada con él que me he animado a dejar un comentario con mi nombre (he escrito otras veces, pero siempre bajo distintos nicks) Comparto contigo la emoción de encontrar de pronto un rastro humano entre las páginas de un libro, aunque sea algo tan inocente como un metrobus gastado, o un papel de caramelo... A mí me recuerdan a esos mensajes que llegan a la costa dentro de una botella en las historias de náufragos.
    Quizá por eso no sólo me entusiasma encontrar "huellas de lector", sino también dejarlas. Por ejemplo, además de doblar esquinas, cuando un libro me parece verdaderamente especial suelo buscar un trébol de 4 ó 5 hojas y prensarlo entre sus últimas páginas, como esas calificaciones con asteriscos que dan los periódicos a las películas extraordinarias. En cambio, no me gusta nada subrayar o escribir en los libros, ni siquiera en los míos. Puestos a ser sinceros, confieso que sólo lo he hecho una vez, con "El hombre que se enamoró de la luna". Qué queréis, una era joven, inconsciente... y no tenía acceso a internet para escribir a su autor y decirle lo mucho que me había impactado su novela :-)
    En fin, yo creo que los e-books sólo conseguirán hacerse un sitio cuando permitan doblar sus esquinas electrónicas a los lectores.
    Aberrón, enhorabuena por tu estupendo blog y tus fantásticos relatos, de una servidora que aspira a que otros dejen huellas en los libros que ella escribe.

    Nuria
    http://www.nuriacbotey.es

  13. Irene Adler dijo...
  14. Bien está que un libro vuelva a tus manos una vez lo dejaste ir, pero ¿y alguna vez has tenido en tus manos un libro que sabes que ha pasado por otras manos conocidas, pero que no son las tuyas? Me explico: la Facultad de Historia de la Complutense es muy grande, y no obstante, he llegado a reconocer a anotaciones "amigas" en libros inimaginables... ¡quién lo diría!
    Felicidadades por el blog, no dejo de recomendarlo a las amistades. Desde Centralia quedé encantada con él...

  15. Bloggesa dijo...
  16. Con este comentario seguro que quito ese romanticismo que se nota en el post al hablar de los libros. Seguro que lo leíste en algún lugar, pero no puedo evitar ponerlo.
    Humberto, el primer comentarista de este post tiene razón: es una entrada preciosa.

  17. Antonio Martínez Ron dijo...
  18. Oh cielos! Interesante hallazgo! Jajajaja :-)

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