Nuevos caminos para la novela

04 marzo 2004


Llegará el día. Anoche lo comprendí, viendo la tele. Un joven imberbe y ridículo entra en una casa, enciende una alarma de la marca X, entra en la cocina y se sirve unos cereales de la marca Y, los mezcla abundantemente con la leche Z, la cámara pasa del producto al chico, del chico a la nevera, qué maravilla, mientras los personajes siguen hablando, y es tan profundo lo que dicen que casi ni te enteras de que mañana irás al super y algo activará tu mano, como un resorte, "el de Los Serrano masca colines de la marca P", te dirá una voz muy dentro.

¿Cuánto cobrarán por estas inserciones? Sin duda es un paso más allá, la publicidad dentro del discurso, una solución muy práctica para todo tipo de crisis. Echo un vistazo a los títulos que leen mis semejantes, cerca de mí, en el metro, en el trabajo, que si davincis, que si zafones... y no veo lejos el día, entrará en nuestras bibliotecas con sigilo: "Cuando Gregorio Samsa despertó aquella mañana, aún le sabía la boca a limonada Reginald, luego de un sueño agitado, se encontró en su cama convertido en un insecto monstruoso, bajo sábanas Popov de pura seda..."

¿Por qué no? Los lectores, al cabo de un tiempo, ni lo notarían... Se podría, por ejemplo, hacer sutiles advertencias, junto a las dedicatorias: "A Mariana", "Todo el whisky que se bebe en estea novela es JC", o al final, en agradecimientos: "Todo el vestuario de Marilí es gentileza de Gucci", etc.

De hecho, el tema de las marcas funciona muy bien en las novelas americanas, en la sociedad americana en general, los personajes recuerdan que tenía un mustang del 72, se preparan una sopa de sobre Pepper's, untan la crema de cacahuetes Sull... Recuerdo que Benjamín Prado en "Nunca le des la mano a un pistolero zurdo" lo borda. Aquí, sin embargo, la inclusión de marcas nos parece hasta obscena. No estamos con los tiempos.