Catalanofobia

26 octubre 2005

José Javier H. H., de 32 años, tiene miedo de los catalanes. Desde que empezó el debate del Estatut duerme abrazado a su escopeta, está convencido de que un catalán ronda su casa cada noche. Da igual que su mujer le intente tranquilizar, José Javier sabe que están ahí fuera, esperando su momento. Ha llamado a la policía en cinco ocasiones, pero la operadora que le atiende tiene acento de Reus y le cuelga enseguida.

José Javier conoce otros casos de ataques de catalanes a personas, y es por eso que no sale de casa. El catalán es de por sí silencioso, así que puede haber varios de ellos agazapados tras la puerta.

Desde que sufre la enfermedad, José Javier ha perdido 35 kilos y casi todo el pelo. A veces se queda traspuesto por el día y entonces se le aparecen Cambó, Pi i Margall, o Tarradellas, que le persiguen ebrios de cava. Lo pasa muy mal, el pobre, por eso prefiere permanecer en vela.

José Javier no puede comer nada que haya pasado por manos catalanas. No puede probar el Cola Cao, por ejemplo, ni las monas de Pascua. El médico le ha puesto una dieta de productos mesetarios, y si tiene que salir a cenar, lo hace en la casa de Extremadura o en un asturiano.

El psiquiatra le ha dado una tabla con ejercicios para el control de la catalanofobia, la ansiedad y el pánico. Dice que la fobia nació una Nochevieja, a raíz una actuación de El Tricicle. Su mujer, sin embargo, lo achaca a un atracón de butifarra.

La enfermedad se manifestó el día en que escuchó que Pujol se dirigía a él desde el Telediario. “Mata a tu cunyat” – le decía el president, y José Javier no tuvo más remedio que matarlo.

Cuando volvió en sí, reconoció que aquella frase no la habían subtitulado.