Sonría, vamos a morir

21 abril 2006


Morirse debe de ser como uno de esos vuelos oceánicos, un runrún de motores y una azafata que sirve las bebidas. El Cielo que una vez soñamos es ese azul helado al otro lado de la ventanilla, nubecitas blancas que se parten contra el fuselaje. Una vez embarcados, prefiero pensar que ya estamos todos muertos, así me ahorro el disgusto si el avión se viene abajo. Seremos muertos viajando sobre la eternidad del océano, me digo, viviremos como esas gentes de los manuales de emergencias, ajenas a todo sufrimiento. Una señora sonríe bajo la mascarilla de oxígeno, un grupo de niñas salta alegremente por los toboganes del avión estrellado. Morirse es una indiferencia grácil y ligera, transitar hacia el dibujo candoroso y feliz, tal vez esas gentes de las ilustraciones sea gente ya muerta en otros accidentes, amigos que nos sonríen al final del túnel.

En aquella película, “El Club de la Lucha”, un tipo se dedicaba a intercambiar las instrucciones de seguridad por otras hechas por él mismo. Las nuevas tarjetas pretendían ser realistas, mostrar esa angustia del último momento. Ignoraba que esas cosas ya poco nos pueden afectar, aquí en el Cielo.