Océanos de arena

21 junio 2006

En la madrugada del 4 de abril de 1943, cuando regresaba de un bombardeo sobre la ciudad de Nápoles, el B-24 estadounidense “Lady Be Good” avisó de que se quedaba sin combustible y perdió todo contacto con la base. Los equipos de rescate rastrearon durante días las aguas del Mediterráneo, en el área donde el piloto había dicho encontrarse.

Dos días más tarde, las tropas aliadas dieron a los nueve tripulantes por desaparecidos.

Quince años después, en noviembre de 1958, un equipo de prospectores petrolíferos de la BP descubrió que los restos del “Lady Be Good” no descansaban en el fondo del Mediterráneo sino en las arenas del desierto de Libia. Los restos del aparato fueron encontrados unos 700 kilómetros tierra adentro, y entre ellos no aparecieron los cadáveres de la tripulación ni los paracaídas. Tampoco sus chalecos salvavidas.

El análisis de lo encontrado llevó a la conclusión de que los nueve tripulantes del “Lady Be Good” habían saltado en plena noche del avión creyendo que saltaban sobre el mar. Un fallo en la brújula del bombardero había desviado su ruta varios centenares de kilómetros, y el piloto, tal vez confundido por la oscuridad de la noche, había creído distinguir el brillo del océano sobre las arenas del desierto.

Los cuerpos de ocho de los tripulantes (el noveno nunca ha aparecido) fueron encontrados dos años después en el desierto por otro equipo de geólogos. Cinco de los cadáveres se encontraban a unos 150 kilómetros al norte, otro a unos 185 kilómetros y el último, tal vez el que más resistió, a unos 198 kilómetros del avión.

Por el diario de uno de ellos se supo que habían caminado durante ocho días por un océano de arena, unos 200 kilómetros sin encontrar señales de vida. La última anotación del diario solo dice: “Sin ayuda aún, la noche es fría”.


Ver también: El escuadrón perdido