El olor del sospechoso

15 mayo 2007

A principios de los años 90, pocos meses después de la caída del Muro de Berlín, las autoridades alemanas descubrieron con sorpresa que la antigua policía secreta de la RDA – la temible Stasi – había elaborado más de 15.000 fichas personales y conservaba miles de pequeños tarros con “olores” de supuestos sospechosos. Almacenados en interminables estanterías, los pequeños tarros o “pruebas de olor” (Geruchsproben) contenían prendas íntimas de ciudadanos o tejidos impregnados con sus olores corporales con el objeto de controlar a posibles “enemigos del Estado”. Una vez clasificado el olor, y en caso de necesidad, bastaba con destapar el tarro ante la unidad de perros rastreadores para dar con los “peligrosos” elementos. (Seguir leyendo)

Además de la dudosa utilidad del sistema, el proceso para conseguir prendas íntimas de los sospechosos tenía bastante de rocambolesco. A menudo, los agentes dejaban un paño escondido en el asiento del coche del sospechoso y lo recogían posteriormente para almacenarlo en su base de datos. Otras veces, el sistema no era tan sutil y los agentes de la Stasi asaltaban el domicilio de la víctima y se llevaban un cargamento de calzoncillos usados que posteriormente pasaba a sus archivos. La perversión llegó hasta tal extremo que llegaron a diseñar una silla para recoger muestras de los olores corporales del sospechoso durante las largas sesiones de tortura.

Hoy día, muchos de aquellos tarros “olorosos” pueden verse en el ‘Stasi Museum’ de Berlín y constituyen un magnífico testimonio de la sordidez de determinados sistemas totalitarios. No muy lejos de nosotros, y según leo en el siempre interesante Neurophilosopher’s blog, el gobierno estadounidense se está planteando un sistema parecido para el seguimiento y captura de presuntos terroristas. En marzo de este año, el Grupo de Trabajo para el Apoyo Técnico (Technical Support Working Group), un grupo que asesora al Gobierno en materia de Investigación y Desarrollo, proponía la creación de un sistema de recogida de “olores humanos” para el futuro seguimiento de objetivos específicos mediante unidades caninas. Y es que los tiempos cambian, pero ciertos asuntos conservan el mismo aroma pestilente.

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