En busca de las bacterias perdidas

08 noviembre 2013

Una de las familias muestreadas. Imágenes cortesía de Smithsonian Channel, “Aliens Inside Us”

Un equipo de investigadores compara la fauna bacteriana de los humanos de las grandes ciudades con la de los indígenas que aún viven como cazadores recolectores. Las diferencias podrían explicar el auge de algunas enfermedades en las sociedades occidentales. Los científicos buscan microorganismos perdidos, que pudieron tener un papel clave en nuestra salud.

Hasta esta aldea yanomami, en el alto Orinoco, se tarda varios días en llegar, en avioneta, en canoa y atravesando la jungla. Estamos en las profundidades de la selva amazónica ante un grupo de indígenas "no contactados" a los que un traductor intenta explicar por qué han viajado hasta aquí. Estos hombres vienen a coger muestras de vuestra piel, vuestra boca y de vuestra caca, les dice. A los yanomamis les da la risa y se preguntan si esta gente ha viajado tan lejos solo para eso.

La escena se produjo en el año 2009 en el corazón del Amazonas y el equipo de María Domínguez-Bello, investigadora de la Universidad de Nueva York, está empezando a obtener los primeros resultados. Han viajado a otras aldeas de la selva con carteles explicativos en los que intentan mostrar visualmente a los indígenas qué son las bacterias y por qué son tan importantes para nuestra salud. Su trabajo, y el de otros científicos, se centra en descifrar el llamado microbioma, la comunidad de microorganismos que viven en el interior de nuestro cuerpo y sin los cuales no podríamos vivir. De hecho, todo parece indicar que el equilibrio de este superorganismo - que supera en una proporción de 10 a 1 a nuestras células - es fundamental para no enfermar.

Domínguez-Bello, sobre el terreno. Cortesía de Smithsonian Channel, “Aliens Inside Us”.

Pero a Domínguez-Bello lo que le interesa es conocer qué bacterias tienen estos pueblos que viven aislados y en qué se diferencian de las nuestras. Para ello también ha tomado muestras en grandes ciudades de EEUU y lugares intermedios como Quito, en Ecuador, y Manaos, en Brasil. "Investigamos si existe alguna razón microbiana para el auge de algunas enfermedades autoinmunes y males como el asma, la obesidad o la enfermedad de Crohn", asegura. Sospechan que la introducción de nuevas dietas y, sobre todo, el consumo masivo de antibióticos, pueden haber cambiado radicalmente esta flora. "Creemos que algo está mal en el sistema inmune de la gente moderna", insiste, y puede que la causa esté en la pérdida de algunas de las bacterias con las que coevolucionamos.

La comparación entre las bacterias de los urbanitas y las de los indios amazónicos, cuyos intestinos no han sido expuestos a los medicamentos, ofrece una pista sobre el microbioma que tuvimos en el pasado. "Según nuestros resultados", explica Domínguez-Bello a Quo, "hemos perdido aproximadamente un 50% de la diversidad de bacterias y tenemos una microbiota muy diferente". El español José Clemente investiga en el hospital Monte Sinaí de Nueva York y colabora en el análisis del genoma de estas bacterias. "Cuando caracterizamos el microbioma intestinal de personas en los Estados Unidos”, asegura, “podemos identificar aproximadamente un 95% de las bacterias presentes, pero en las muestras de poblaciones amerindias encontramos casi un 15% de bacterias que no han sido previamente observadas en humanos”.

Este desequilibrio en la variedad bacteriana se produce sobre todo al intestino y la piel, y mucho menos en la boca, posiblemente porque los indios mastican hierbas bactericidas. Pero la diferencia más importante está en el tipo de bacterias dominantes: en los intestinos de los indios son las prevotelas (especializadas en el metabolismo de carbohidratos y vitaminas) mientras que en los habitantes de las ciudades son bacteroides (especializadas en el procesamiento de proteínas y grasas). Una muestra de que lo que comemos configura nuestra fauna microscópica.

Esta gráfica permite visualizar la distancia entre los microbiomas de varias poblaciones: EEUU (azul), Malawi (rojo) y Venezuela (marrón). Las dos últimas se parecen más entre sí debido a que sus dietas son ricas en carbohidratos, mientras que la dieta de los EEUU es mucho más rica en proteínas. Crédito: Yatsunenko et al. Nature 2012.

Esta diferencia entre prevotelas y bacteroides también se ha observado en el registro prehistórico. El equipo de Rob Knight, de la Universidad de Colorado, no busca las bacterias perdidas en la selva sino en las poblaciones que vivieron en el pasado. En un trabajo reciente analizaron los coprolitos (heces fosilizadas) encontrados en varios cuevas y yacimientos arqueológicos de entre 3.000 y 10.000 años de antigüedad y vieron que el microbioma de los antiguos humanos se parecía más al de los niños de una aldea africana que al de un ciudadano medio estadounidense. De hecho, sus bacterias también se parecían a las encontradas en el cuerpo del famoso Ötzi, la momia que permaneció congelada bajo el hielo de los Alpes durante más de 3.000 años, y a las de un soldado muerto en 1918 y recuperado bajo el hielo de un glaciar. "Lo que estamos viendo”, nos cuenta Jessica Metcalf, coautora de la investigación, “es que la dieta occidental, las prácticas de higiene y el uso de antibióticos pueden haber cambiado recientemente el microbioma de nuestros intestinos”.

Imágenes cortesía de Smithsonian Channel, “Aliens Inside Us”.

Esto no quiere decir que las bacterias primitivas sean mejores para nuestra salud. Basta observar la esperanza de vida de las comunidades indígenas para comprender que es una conclusión equivocada. Lo que se preguntan los científicos es si en la lucha contra los patógenos hemos provocado algún desequilibrio en la flora bacteriana. "Los antibióticos son como bombas atómicas que acaban con la infección pero matan también a las bacterias buenas", asegura Domínguez-Bello. La idea es hallar un tipo de bacteria cuyo papel pudo ser vital en otro tiempo y que hemos perdido por el camino. "Una posibilidad que yo no descarto", explica, "es rescatar una bacteria primitiva y ponerla en los congeladores para cuando tengamos los medios técnicos para recuperar la diversidad perdida". El ritmo con el que desaparecen las comunidades indígenas o se integran al estilo de vida occidental, hace que esta carrera sea contrarreloj. "Desaparecen antes de que consigamos entender la ecología de nuestros microbioma", concluye Domínguez-Bello. "Llegará un momento en que entenderemos muy bien lo que hemos perdido, pero entonces ya no va a haber de dónde sacarlo".
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** El reportaje también forma parte del libro “¿Qué ven los astronautas cuando cierran los ojos?”, una recopilación de las mejores historias publicadas en los 10 años de Fogonazos. Que se haga realidad depende de ti: apoya el proyecto.