Orines literarios

27 noviembre 2004

En su libro “Lluvia de oro: hacia una teoría líquida del placer”, el francés Serge Koster sostiene la tesis de que desde San Agustín - Inter faeces et urinam nascimur ("Entre heces y orina nacemos") – hasta nuestros días, la orina ha estado siempre presente en la literatura.

En “Los trabajos y los días”, por ejemplo, el poeta griego Hesíodo decía: "No mees parado, enfrentado al sol; y, desde el momento en que desaparece hasta que se levanta, acuérdate de no orinar ni sobre el camino, ni avanzando fuera del camino, ni desnudo". Los poemas eróticos de Georges Bataille celebran, en La señorita de mi corazón, "el pipí sobre mi muslo desnudo" regado por la amada.

Busco por ahí y descubro unos versos famosos de Baldomero Fernández Moreno donde recuerda cuando siendo niño espió a una mujer haciendo "aguas al viento": "Vi una rosa bermeja,/ tanto, que daba miedo,/ dos pétalos de carne/ abiertos, gordezuelos,/ y un grueso chorro de oro/ rectilíneo, violento,/ que levantaba espumas/ al chocar contra el suelo/ (...)".

O este otro poema ("Tango del viudo") del mismísimo Pablo Neruda, que dice: "...Daría este viento de mar gigante por tu brusca respiración/ oída en largas noches sin mezcla de olvido,/ uniéndose a la atmósfera como el látigo a la piel del caballo./ Y por verte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa, como vertiendo una miel delgada, trémula, argentina, obstinada..."

Orinar de pie

En su libro, Koster recuerda que en 1995, la revista ‘Elle’ preguntaba a sus lectoras: "¿Qué haría usted si tuviera un pene por 24 horas?". "Haría pis de pie", respondían muchas de ellas.

En septiembre del año 2000, un grupo de feministas alemanas impulsó una muy seria campaña para obligar a los hombres a mear sentados, reprochándoles las salpicaduras en el retrete.

Mujer que orina

La imagen no está en Internet. Pero la descripción del cuadro sí anda por ahí:

El aguafuerte data de 1631. En un paisaje bucólico, Rembrandt pinta una campesina agachada que levanta su pollera con la mano izquierda, por delante, y con la diestra por detrás. Mientras con una mirada inquieta vigila con ansiedad el horizonte, temiendo ser importunada, la mujer hace sus necesidades (en palabras de Koster, sirve simultáneamente "la champaña y el caviar"). El título de la reproducción, conocida como "La mujer que mea" o "La mujer escondida", forma parte de un díptico que completa "El hombre que mea". Pero en este caso se trata de un varón arrogante y grosero que, de pie y con las piernas separadas, larga un vigoroso chorro paralelo al de su intimidada vecina.

La mujer parece bastante ufana. Se ha agachado detrás de un árbol, con las enaguas subidas, y muestra frontalmente una parte rasurada de su anatomía femenina. Resulta una imagen real y bastante cruda. Estos bocetos apenas han visto la luz después de que fueran descubiertos por Rovinski, un asombrado crítico de arte francés del siglo XIX que describió ambos dibujos como un horreur artistique.

En el país de los poneys

16 noviembre 2004


Cuando cuento que vivo en Usera y que junto a mi casa hay un prado verde lleno de poneys, no hay mucha gente que me crea. Llego de trabajar por la tarde y le digo a mi chica: ahora vengo, cari, que me bajo a ver a los poneys. Y ella se pone un poco celosa, pero me deja porque sabe que estoy en la edad de desfogarme, y que el médico me ha recomendado largos paseos.

Son alrededor de siete u ocho, de varios colores, dispersos a lo largo de un campo verdísimo. A veces me parece un paisaje irreal, y me creo que estoy en Connecticut, o en el país de los teletubbies, pero sigo andando como si tal cosa. Los que pacen sueltos parecen felices, pero hay dos o tres que están atados a un árbol y se pasan la vida rumiando su rencor. Cuando se acaban la hierba alrededor del árbol se vuelven medio locos, y dan vueltas sin sentido, con los ojos inyectados en sangre. Yo he pensado en escribir un relato sobre poneys que comen carne humana, pero mi chica me dice que es demasiado cruel, y se empeña en que siga con la poesía decadente, que es lo que a ella le pone.

Cerca de donde pacen los poneys, hay también los restos de un Tiovivo, y de un Gusano Loco, atracción muy celebrada en mi época. Es de los mismos gitanos que tenían el espectáculo de "Caballitos poneys", y que ahora se pasan las noches alrededor de una hoguera, sentados en viejos sillones y tomando coñac.

Mi chica es muy celosa y sospecha que ando detrás de una de esas gitanas, con ese pelo rubio entristecido. La pobre no sabe que yo, cada tarde, nos imagino a los dos, robando un poney, a galope tendido, perseguidos por una turba de gitanos. En mi sueño el poney se llama Furia, y nosotros escapamos de Usera, hacia otros barrios. El caballo vive feliz, con nosotros, y yo dejo la medicación.

La tumba de Víctor Noir

05 noviembre 2004


Hoy contaré el caso de la tumba de Víctor Noir

En el cementerio parisino de Pere Lachaise se halla esta tumba, la de Victor Noir, periodista francés asesinado en 1870. Y por lo visto, la tumba y la estatua que la cubre, célebre por su generosa entrepierna, han quedado hoy reabiertas al público.

Hasta aquí bien. Pero ¿por qué ha sido reabierta al público? ¿Por qué ha tenido que ser protegida con vallas durante meses? Pues para "protegerla de las mujeres que adjudican a sus atributos poderes fertilizantes".

Dice el teletipo que "mujeres deseosas de quedar embarazadas acostumbran a ir a la tumba para acariciar o frotarse sobre la parte más llamativa de la estatua o bien sobre la punta de sus botas".

Hace unas semanas, en respuesta a las quejas de algunos visitantes del cementerio parisino de Pere Lachaise, la Alcaldía ordenó el vallado de la tumba, con el siguiente cartel: "Toda degradación por medio de grafiti, tocamientos indecentes u otros medios puede ser perseguida".

Las vallas han sido retiradas hoy por orden del teniente de alcalde de París: "No deseo que caigamos en los defectos estadounidenses de una pudibundez exagerada" - ha dicho.

Y lo que más me jode es que yo estuve en Pere Lachaise, un día de mucha lluvia, y me marché sin tocar protuberancia alguna.

Cuando Truman barrió a Dewey

03 noviembre 2004


Año 1948. Elecciones en EEUU. El candidato Republicano, Thomas E. Dewey, es el gran favorito para ganar, los grandes medios de comunicación apuestan por él, todos piensan que a Harry Truman, el todavía presidente, le pasará como a Churchill: no ganará la reelección tras haber ordenado el lanzamiento de las bombas atómicas.

En la fotografía, el propio Truman sostiene en su mano un ejemplar del Chicago Tribune, que ese día adelantó su edición: «Dewey defeats Truman» ("Dewey barre a Truman").

Ganó Truman.