Radio Jamón

27 abril 2005


A ver cómo lo explico. En mi cocina hay un aparato de radio. A su derecha también hay un jamón, pero eso viene después. El caso es que todos los días, al entrar por la puerta, lo primero que hago es encender la radio, me gusta el runrún mientras me preparo la comida y voy de aquí para allá.

Hace unas semanas la radio empezó a dar problemas, ese tipo de interferencias que no te dejan escuchar ninguna emisora. Si me alejaba de la mesa, el locutor parecía envalentonarse, la emprendía a gritos desaforados conmigo, que no tengo culpa de nada. En cambio, si me acercaba al aparato, la voz del presentador se convertía en un hilo inaudible, tembloroso.

La situación empezó a ser desesperante. Una tarde, moviendo la antena, descubrí que al contacto con el jamón las emisoras volvían a escucharse correctamente. La voz de los locutores era ahora nítida, cristalina, hasta tal punto de que me parecía estar con ellos en el estudio.

Con los días anduve tocando el dial y encontré un montón de nuevas emisoras. Ante mi sorpresa, al menor movimiento de la ruleta, surgían decenas de cadenas en todos los idiomas, francés, portugués y algo que identifiqué como chino. A la derecha del dial, recibía la emisión de la BBC de Londres y sus magníficos programas culturales. Por el centro, incansables voces rusas ofrecían las noticias.

La clave estaba en el jamón. Si la antena dejaba de tocarlo, el aparato volvía a ser una radio normal, más bien mediocre, que recibía las ondas con dificultad. Una noche, N. entró en la cocina y me descubrió escuchando un especial de cantos árabes. Tuve que explicarle lo que sucedía, antes de que me delatara a la policía.

Esa misma madrugada probamos con un fuet, un chorizo ibérico y hasta una bolsa de salchichas. No funcionó. La antena solo parecía adquirir propiedades mágicas al contacto con el jamón. En ese momento comprendí que estaba ante un hecho extraordinario - pensé en acudir a la prensa, en contar la noticia a todo el mundo, como aquel tipo en cuyo jamón apareció la cara de Chiquito de la Calzada.

Sin embargo, después de muchos esfuerzos, logré contenerme. Debíamos mantener la cabeza fría. Estudié con calma cada una de las partes del jamón, la maza, la babilla, el codillo, la punta, sin encontrar explicación al fenómeno. Ahora sospecho que la misteriosa fuerza reside en la pezuña. Allí parece concentrarse todo su poder, basta rozarlo para sentir las interferencias.

Muchas noches, cuando creo desesperar, sintonizo Radio Vaticano. Alguien reza y yo rezo con ellos. Las cosas solo pueden ir a peor. Anteayer, moviendo la pezuña, escuché una conversación de los vecinos. Hablaban de nosotros.