El bastardo del 21-B

22 septiembre 2005

En los aviones de la compañía Song (a punto de desaparecer por quiebra) se puede jugar al Trivial en la pequeña pantalla frente al asiento. La partida se disputa con el resto de pasajeros de a bordo, de manera que al final de cada tanda (de 20 preguntas), el ordenador te indica que te ha ganado el pasajero del asiento 21-B, que firma con el nick de bastard.

Al cabo de cuatro tandas, le tienes una tirria al bastard que te tienes que abrochar el cinturón para no levantarte. El muy cabrón acierta hasta las preguntas de baseball y empiezas a sospechar que está conchabado con las azafatas.

Al principio del viaje juega bastante gente. Se juntan partidas de 40 y hasta 50 personas. Se ve que buscan algo con que entretener el miedo del despegue. Al cabo de una hora, sobre las verdes llanuras de Missouri, la partida se hace más íntima, más personal. Solo quedáis 15 y el bastard sigue llevándose 1500 puntos por partida, frente a tus pírricos 300.

Dos horas después llega el momento de la verdad. De pronto quedáis tú y él, frente a frente, en duelo fatal sobre la nada oceánica. Entonces la máquina pregunta algo sobre un tal Killer Goldfish y sus 1500 puntos destellan ante tus ojos. Lo ha vuelto a hacer.

Derrotado, calculas la posición del 21-B, cinco filas más atrás. Te dices, te repites que no debes mirar atrás, bajo ninguna circunstancia. Aguanta. Es todo lo que ese bastardo está esperando.