Una historia oral de nuestro tiempo

15 diciembre 2005


“Permítame que me presente. Joseph Ferdinand Gould,… presidente del consejo de administración Buena y Mala Suerte S.A. A cambio de una copa recitaré con sumo agrado un poema, daré una conferencia, fundamentaré una hipótesis o me quitaré los zapatos para imitar a una gaviota.”


1. El secreto de Joe Gould

Joe Gould, “hombrecillo risueño y demacrado”, fue un famoso vagabundo de Nueva York, conocido a principios de siglo entre los artistas del Village por andar de aquí para allá, inmerso en la escritura de la gran obra universal, la “Historia oral de nuestro tiempo”. El manuscrito, recopilado durante años en centenares de cuadernos, alcanzaba, según Gould, una extensión doce veces superior a la de la Biblia y sería consideraba en el futuro como la mayor fuente de historia del siglo XX. Construida mediante la recopilación de conversaciones oídas aquí y allá, la “Historia oral de nuestro tiempo” contenía capítulos tan dispares como “Borracho como una cuba, o de cómo medí las cabezas de mil quinientos indios a cero grados de temperatura” o “La espantosa adicción al tomate, o ¡cuidado! ¡cuidado!, ¡abajo el doctor Gallup!”.

La fama de la ‘Historia oral’ llegó a tal punto que escritores de la talla de Ezra Pound o E.E. Cummings se interesaron por ella. Es más, a la muerte de Gould, en 1957, un grupo de amigos emprendió una larga búsqueda de sus famosos manuscritos por todos los rincones de Nueva York sin el menor éxito.

Los manuscritos no se encontraron nunca, claro, ni podrían haberse encontrado porque, tal y como desvela Joseph Mitchell en la magistral novela “El secreto de Joe Gould”, la Historia Oral fue solo una invención con la que e Gould se engañó a sí mismo durante años.

2. El secreto de Joseph Mitchell

El periodista que conoció a Gould y que relató su historia en “El secreto de Joe Gould”, se llamaba Joseph Mitchell y era reportero de la revista New Yorker. Lo curioso es que la vida de Gould y la Mitchell, aparentemente tan distintas, alcanzó un paralelismo escalofriante a partir de la publicación de la novela, en 1964. Tras esta fecha Mitchell no volvió a escribir una sola línea, en los 32 años que le quedaban de vida.

¿A qué se dedicó este maestro de periodistas hasta su muerte en 1996? - se pregunta Rodrigo Fresán. Puede decirse que Mitchell se dedicó a desarrollar su propia obsesión y, según cuentan sus hijas, se pasó el resto de su vida en una búsqueda enfermiza de objetos de la ciudad de Nueva York, como un “adicto al escombro”. En las inquietantes fotografías que le hizo su mujer, Mitchell aparece rebuscando entre los escombros de edificios demolidos, recogiendo clavos, tornillos, cerraduras… que luego procedía a clasificar.

Mitchell se había lanzado de lleno – como dice Fresán – a la escritura de su propia ‘Historia Material de nuestro tiempo’.