
Todo es concienzudamente fotografiado, fisgado y controlado por satélites y cámaras de seguridad. Webcams de toda clase registran los movimientos de la plaza de tu pueblo o las evoluciones del más recóndito nido de somormujos. Tipos que se encierran y filman sus poluciones, casas de cristal o páginas como chicagocrime.org que muestra los crímenes de una ciudad minuto a minuto, son buen ejemplo de ello.

En aquel lugar imaginado por Borges los cartógrafos terminaban por construir un mapa que tenía el tamaño exacto del Imperio y coincidía puntualmente con él. En nuestro futuro inmediato todo pasará a ser encontrable y detectable en la red. Un “voy a tener suerte” que mostrará las coordenadas de una realidad paralela y descomunal.
El Infierno de entonces, como el de ahora, seguirá siendo ese lugar fuera del alcance de todas las miradas. Paisajes que no constan en los archivos, zonas de sombra que desaparecen de los registros o largos pasillos de los que la administración nada quiere saber. Sobre “los desiertos del Oeste”, parafraseando al maestro, seguirán cruzando vuelos de los que nadie tiene noticia, aviones invisibles y gentes, ya inexistentes, que miran desde una ventanilla de cristal.