El submarino-portaaviones

15 junio 2006

A finales del verano de 1945, justo después de la rendición de Japón en la II Guerra Mundial, un submarino japonés hasta entonces desconocido por las tropas aliadas se rindió ante un destructor estadounidense. La tripulación asistió boquiabierta a la aparición de un aparato de dimensiones nunca vistas, tan descomunal que resultaba un 60% más grande que el mayor de los submarinos norteamericanos, dos veces más rápido y con capacidad para dar una vuelta y media a la Tierra sin repostar.

Pero la sorpresa no acabó aquí.

Tras una primera inspección, los americanos descubrieron que aquel submarino japonés, de la clase I-400, era también un portaaviones.

El submarino poseía un compartimento estanco donde transportar un avión de la clase Serian. Una vez en la superficie, la tripulación extraía el avión de su escondite, desplegaba sus alas sobre la cubierta y preparaba una pequeña pista para despegar.

El avión Serian podía despegar y realizar todo tipo de misiones con rapidez y discreción. Una vez realizadas regresaba al submarino y volvía a desaparecer bajo el mar.

Los japoneses pretendían utilizar estos submarinos para realizar ataques sorpresa en la costa Este de los EEUU. Según los aliados, el mando nipón diseñó el I-400 con intención de destruir el canal de Panamá y de atacar con armas bacteriológicas ciudades como Nueva York o Washington. Pero la guerra acabó antes y el plan nunca se llegó a realizar.

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