Vuelos transpolares: el atajo del Ártico

27 marzo 2007

En los últimos diez años, algunas compañías aéreas han comenzado a utilizar rutas comerciales a través del Polo Norte como alternativa para ahorrar tiempo y combustible. La medida comenzó a estudiarse en la década de los 90, una vez que Rusia decidió abrir sus fronteras y los aviones pudieron cruzar su espacio aéreo. Hoy día los vuelos a través del círculo Polar Ártico salvan distancias de más de 15.000 kilómetros y permiten ahorrar hasta cuatro horas de vuelo en algunos recorridos. Sin embargo, lo cierto es que existen una serie de riesgos bien definidos tanto para la seguridad del avión como para la salud de sus ocupantes.

A través de la noche

A pesar de los avances técnicos, volar sobre el océano ártico sigue planteando algunos retos. Según explica Leo Brooks, veterano piloto de la Continental Airlines, los aviones sobrevuelan la zona a unos 12.000 metros de altitud y pasan a una distancia de unas 100 millas a la derecha o a la izquierda del Polo Norte geográfico. Una vez en el cielo del Polo Norte, el avión entra una especie de zona de oscuridad, donde no hay control de tráfico aéreo ni sistemas de radar convencionales. Si el avión cayera o tuviera un problema técnico en este lugar estaría demasiado lejos de cualquier lugar habitado y la ayuda podría tardar horas en llegar. (Seguir leyendo) (English)


Además, durante el viaje transpolar, los pilotos utilizan el antiguo sistema de radio-posicionamiento para mantener el rumbo del avión y siguen una trayectoria milimétricamente computerizada. Otro de los peligros, según Brooks, es el de la congelación del combustible. Para ello, los aparatos cuentan con un sofisticado sistema de alarma que en caso de detectar que el fuel empieza a solidificarse, obliga al piloto a alterar la ruta y dirigirse a altitudes menos frías.

Actualmente, la United Airlines - la compañía líder en este tipo de vuelos entre EEUU y Asia – realiza hasta 1.500 vuelos transpolares al año. Le siguen otras como la Continental Airlines (796), y Air Canada (515) y algunas compañías asiáticas como Air China o Singapore Airlines. Por esta nueva ruta, un trayecto como el de New York a Honk Kong permite ahorrar hasta cinco horas de viaje. Otro recorrido, como el de Toronto- Pekín, se cubre en cuatro horas menos que por las vías tradicionales.

Niveles preocupantes de radiación

Pero este ahorro de tiempo y dinero para las compañías tiene otra contrapartida sobre la salud de los viajeros. Según algunos estudios, los pasajeros y la tripulación de los vuelos transpolares están expuestos a niveles de radiación cósmica y solar inusualmente altos. El físico estadounidense Robert Barish asegura que el nivel de radiación recibido por cada uno de estos viajes equivale al de tres radiografías, una cantidad muy por encima del umbral aconsejado por la directiva europea y otras regulaciones internacionales.

Según los expertos, el motivo por el que estas radiaciones son especialmente altas en estos vuelos está en la atracción magnética que las regiones polares ejercen sobre las partículas procedentes del espacio. Además, el alarmante adelgazamiento de la atmósfera en ambos polos contribuye a agravar el efecto.

Estas dosis de radiación ya son especialmente altas en los vuelos convencionales. De hecho, determinados tipos de cáncer son estadísticamente más frecuentes en pilotos y azafatas que entre el personal de tierra. Y algunas compañías europeas han adoptado como política la permanencia en tierra de sus empleadas embarazadas.

De momento, las compañías con vuelos transpolares no informan a los pasajeros de este tipo de riesgos pero afirman que toman medidas como la medición constante de las radiaciones solares. Algunas empresas como la Continental o la United Airlines han empezado a desviar los aviones por zonas menos expuestas a la radiación, y cada vez son más los pilotos y expertos que exigen que se tomen medidas sobre el tema.

Más: 1, 2, 3, 4, 5, 6 / In English: Transpolar flights: a shortcut through the Artic