Jet streams, los ríos del cielo

24 abril 2007

El 5 de septiembre de 1934, el aviador y aventurero Wiley Post batió el récord mundial de altitud al alcanzar los 40.000 pies de altura provisto de un traje especial presurizado y equipado con oxígeno. Además de ser el primer hombre en adentrarse en la estratosfera con un equipo precursor de los trajes espaciales, Post cubrió una distancia de cientos de kilómetros en un tiempo inverosímil para sus contemporáneos. En algún momento del vuelo – según contó más tarde – el avión había entrado en lo que él definió como "un río de aire" que le impulsó durante decenas de kilómetros.

Unos meses después, en marzo de 1935, Post volvió a internarse en la estratosfera a bordo de su Winni May en un vuelo entre California y Ohio. Durante el vuelo, Post subió hasta 12 kilómetros de altura y se topó con un nuevo “río de aire” que le hizo cubrir una distancia de 3.200 kilómetros en 7 horas y 19 minutos, a una velocidad que para su pequeño avión resultaba desorbitada: el equivalente en tierra a 550 km por hora. Sin saberlo, Post acababa de descubrir los jet streams o “corrientes de chorro”. (Seguir leyendo)

¿Qué son los jet streams?

Los jet streams son gigantescas corrientes de aire que se mueven de manera permanente en la atmósfera a una altura de unos 11 kilómetros y que, debido al movimiento de rotación de la Tierra, se desplazan de oeste a este del planeta. Estas corrientes se forman por las diferencias de temperatura entre los polos y el Ecuador, y se componen de vientos que oscilan entre los 60 y los 550 km/h.

Cada corriente tiene varios miles de kilómetros de largo y centenares de kilómetros de ancho. Las cuatro más importantes se sitúan a la altura de los polos y en las zonas subtropicales, aunque existen otras corrientes conocidas y monitorizadas de forma permanente por los meteorólogos de todo el planeta.

La importancia de los jet streams para la navegación aérea llega a ser tal, que determinan la duración y el sentido de algunas rutas comerciales. Un viaje por el interior de Estados Unidos, por ejemplo, puede reducir su duración hasta en treinta minutos si el aparato es capaz de adentrarse en un jet stream con el viento de cola. En vuelos transcontinentales la diferencia es tan grande que en ocasiones es más rápido viajar por la ruta más larga alrededor del globo que seguir el camino más corto entre dos puntos.

Corrientes incendiarias

Algunos años antes de que Wiley Post emprendiera sus asombrosas hazañas – incluida su vuelta al mundo en 7 días – el meteorólogo japonés Wasaburo Ooishi había descubierto que al lanzar sus globos sobre el monte Fuji viajaban a gran velocidad a lo largo de todo el Japón. Sus estudios, realizados en los años 20, servirían décadas más tarde a los altos mandos japoneses para planear un ataque a gran escala sobre los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.

Confiados en la existencia de grandes corrientes de aire que recorrían la atmósfera a gran altura, los militares japoneses hicieron construir más de 9.000 globos de hidrógeno y los lanzaron a la estratosfera con la intención de que cruzaran el océano hasta territorio enemigo. Cada globo portaba alrededor de 20 kilos de bombas incendiarias que debían estallar al pisar suelo norteamericano.

Por más asombroso que parezca, se calcula que entre 1943 y 1944 llegaron hasta suelo estadounidense hasta un millar de aquellos globos-bomba. Durante meses, estuvieron apareciendo globos desde Washington hasta Nuevo México e incluso en lugares tan inesperados como la lejana Alaska. Afortunadamente, la mayoría de los globos no llegaron en condiciones de explotar, aunque uno de ellos mató a una familia de seis miembros mientras disfrutaba de un picnic en Oregón.

Aunque los japoneses pretendieron sembrar el pánico entre la población estadounidense, lo cierto es que la censura del gobierno contribuyó a silenciar el asunto y a desalentar al enemigo. A pesar de todo, con los conocimientos que tenemos hoy día, sabemos que los estudios nipones no iban mal encaminados: aquellos globos incendiarios conseguían recorrer una distancia de 8.000 kilómetros en un tiempo récord de tres días gracias a las corrientes de chorro. Hasta ahora, se han encontrado 285 fragmentos de globos incendiarios por todo Norteamérica.

La vuelta al mundo sin escalas

El 21 de marzo de 1999, el británico Brian Jones y el suizo Bertrand Piccard completaron la primera vuelta al mundo sin escalas a bordo del Breitling Orbiter III. Durante 19 días, el globo navegó aprovechando corrientes de chorro de hasta 200 km por hora que les llevaron hasta su destino final en Egipto. El conocimiento de los jet streams y la ayuda de los meteorólogos fue determinante a la hora de llevar a cabo semejante hazaña. Hoy día, los aficionados a volar en globo de todo el mundo siguen las predicciones de las corrientes de chorro antes de iniciar su vuelo, a través de instrumentos como esta página, que nos indica la posición de las corrientes cada día.

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