Por primera vez en la historia, las autoridades han prohibido la difusión de la secuencia genética de una bacteria. Se trata de una nueva cepa de Clostridium botulinum, el microorganismo que produce la conocida y letal toxina botulínica, una de las sustancias más mortíferas que existen. Bastan dos microgramos de esta proteína (2 millonésimas de un gramo) para acabar con la vida de un adulto. La toxina actúa bloqueando la acetilcolina, el neurotransmisor necesario para que los músculos funcionen, y si alguien lo ingiere de manera accidental se bloquean los músculos respiratorios y se produce el conocido botulismo, que lleva a la muerte en pocos minutos.
Seguir leyendo en: La octava toxina botulínica, otro caso de censura científica (Frontera, Cuaderno de Cultura Científica)