El meteorólogo que salvó el Apolo 11

04 noviembre 2013


En la madrugada del 22 de julio de 1969 el mundo respiraba aliviado tras las 24 horas más intensas del siglo XX. Los astronautas de la misión Apolo 11, Michael Collins, "Buzz" Aldrin y Neil Armstrong, acababan de abandonar la Luna y se dirigían de regreso a la Tierra tras una de las mayores hazañas de la humanidad, pisar la superficie de nuestro satélite y transmitirlo en directo por la televisión a todo el planeta. Pero en esta aparente calma, alguien en la Tierra estaba viviendo una pesadilla.

En un pequeño despacho de la base aérea de Hickam, en Hawái, el capitán Hank Brandli - del Servicio Meteorológico de Defensa - tenía un terrible secreto que no podía comunicar a la NASA. A 72 horas del amerizaje del Apolo 11, Brandli había recopilado las imágenes de un programa secreto de satélites y había descubierto un hecho terrible: sobre el lugar exacto del océano Pacífico en el que tenían previsto aterrizar los astronautas se estaba formando una gigantesca tormenta tropical, lo que en la jerga se conocía casualmente como un "águila gritando" (screaming eagle).

Brandli trabajaba en la base como meteorólogo, siguiendo las informaciones que enviaba uno de los programas de satélites secretos de Defensa conocido como 417. En aquellos años, y con la excusa de estudiar el medioambiente, un grupo de satélites del programa Corona fotografiaban instalaciones secretas de los soviéticos y lanzaban después los carretes de fotos (sí, carretes) en paracaídas sobre el océano, que eran recogidos en el aire por unos aviones especiales. A su vez, los satélites del programa 417 analizaban las nubes para encontrar los momentos en que los Corona podían fotografiar el suelo enemigo. Mientras se recopilaba esta información tan valiosa en la guerra fría, algunos técnicos como Brandli habían descubierto que las imágenes desde el espacio les servían para hacer predicciones meteorológicas con gran precisión en áreas muy concretas. Y aquel mes de julio de 1969, las señales sobre el Pacífico eran inequívocas.


"La situación era absurda", recordó Brandli en una entrevista de 2004. "Tenía todas aquellas fotos secretas de una terrible tormenta tropical a una altura de 15.000 metros, formándose exactamente sobre el lugar en que los astronautas del Apolo 11 tenían previsto descender. La tormenta habría desgarrado el paracaídas de la cápsula y lo habría hecho trizas, se habrían estrellado en el océano con tal fuerza que habrían muerto al instante. Yo era la única persona que lo sabía, porque el programa y la tecnología eran estrictamente clasificados, y no podía avisar a la NASA".

Mientras tanto, el portaaviones USS Hornet y su escuadrilla se dirigían con sus miles de hombres hacia la zona donde estaba prevista la reentrada de la cápsula del Apolo 11. Por una de esas extrañas casualidades, el capitán Willard (Sam) Houston acababa de aterrizar en Hawái solo dos días antes del lanzamiento del Apolo para asumir el control del servicio meteorológico de la flota. Y lo que es más importante, el capitán Houston - que venía trasladado desde la base de Rota- era el único que había trabajado con la Marina y conocía el programa secreto de satélites Corona, así que ya tenía en su cabeza la idea de comprobar bien los datos del lugar de aterrizaje por una doble fuente.

"El programa de satélites espía de la Fuerza Aérea se mantenía en secreto para el resto de ramas de la administración", explicaría Houston años después. "Estábamos en la guerra fría y aquella tecnología se ocultaba celosamente. Yo sabía que el satélite orbitaba por la zona del amerizaje y quería más información". Lo cierto es que Brandli citó al capitán para darle un mensaje muy importante y cuando Houston apareció por su oficina, prácticamente lo arrastró hacia dentro de la habitación, según sus propias palabras. "Las imágenes clasificadas mostraban signos de una tormenta tropical sobre el lugar de aterrizaje y debido a la cadena de mando, Brandli estaba bloqueado y no podía contárselo a nadie", recordó Houston. "Yo había llegado justo a tiempo".

El mapa que manejaba Brandli (izquierda) y una imagen del capitán Houston en 1969.

Pero el asunto no estaba aún solucionado ni muchísimo menos. Ahora era el capitán Houston el que debía dirigirse al almirante Donald C. Davis, comandante de la Fuerza Operativa 130 a cargo de la recogida de los tripulantes del Apolo 11, y convencerle de que cambiara de rumbo. Y debía hacerlo sin explicarle por qué, puesto que no podía revelar la información sobre los satélites secretos. "Houston tenía que convencer al almirante Davis sin las fotos, que procedían de un satélite que se suponía que no existía" recuerda Brandli. "No le podía decir cómo sabía lo que sabía". Y el almirante debía variar el rumbo sin esperar a la confirmación oficial de la orden, o de otra manera no llegarían a tiempo. La respuesta del almirante después de la visita de Houston fue lacónica: "Ahora tendrá usted que convencer a Washington", le dijo y antes de ordenar que la flota se dirigiera a un nuevo destino añadió: "Más vale que tenga usted razón".

A pocas horas del aterrizaje de los astronautas se puso en marcha una cadena en la que el papel de héroe estuvo muy repartido. Si estaban equivocados, el almirante Davis podía decir adiós a su carrera, y lo mismo podía decirse de Houston quien movilizó a todos sus contactos en el programa Corona para que hablaran al máximo nivel con la NASA e hicieran de aquello una emergencia nacional. El resultado fue algo que muy poca gente conoce porque no se hizo público hasta que en 1995 el presidente Bill Clinton desclasificó los papeles del programa Corona: a pocas horas de su reentrada en la atmósfera, la NASA cambió el lugar de aterrizaje del Apolo 11 y envió a los astronautas a una zona a unos 350 kilómetros al noreste del lugar original.


Como bien resume la periodista militar Barbara Honegger, el 24 de julio de 1969 el capitán Houston vio por televisión desde su casa en Pearl Harbor cómo la cápsula con los tres astronautas del Apolo 11 regresaba de la Luna y aterrizaba a salvo sobre las aguas calmadas del Pacífico. Aquel día, y es algo que Brandli y Houston no supieron hasta después, la Marina envió al punto de aterrizaje original un par de cazas para comprobar que efectivamente había una violenta tormenta. Y así fue, porque al capitán Houston le pusieron una medalla de la Marina una vez desclasificados los documentos, 25 años después. "Su sobresaliente capacidad para la predicción meteorológica”, decía el reconocimiento, “fue fundamental para evitar lo que pudo haber sido una enorme tragedia y un durísimo revés para el programa de vuelos a la Luna de este país".

Hace unos días, la nieta del capitán Houston - la investigadora de la Universidad de Cambridge Katie Mack - anunció en un artículo en un foro de internet que su abuelo había muerto en enero de 2013 a los 88 años. Antes de que muriera, ella le había visitado en el hospital para comunicarle que había presentado una solicitud para ser astronauta de la NASA. "Aún no sé si seré seleccionada", explica, "aunque hace como un mes pasé el primer corte. Todavía albergo el deseo de que él se sienta orgulloso". "Vaya o no vaya yo al espacio", concluye, "espero que nosotros, como nación y como especie humana, no abandonemos la exploración espacial más allá de la órbita baja de la Tierra... Espero que recordemos el valor real de ir allí y la manera en que puede cambiar nuestra perspectiva y hacernos, fundamentalmente, más grandes".

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Fuentes: Saving Apollo 11 (Calhoun, Barbara Honegger) | The Rescue of Apollo 11 (Noel A. McCormack, Center for the Study of National Reconnaissance) | Carta de Katie Mack en FQXi | Moon Men Return: USS Hornet and the Recovery of the Apollo 11 Astronauts (Scott Carmichael).

Más info sobre los satélites Corona: Los ojos del cielo (Fogonazos). Imágenes: Archivos de la NASA.

* Este artículo forma parte del libro ¿Qué ven los astronautas cuando cierran los ojos?, una recopilación de las mejores historias publicadas en los 10 años de Fogonazos. Que se haga realidad depende de ti: apoya el proyecto.

Y sí, ya veis: el viejo Fogonazos está de vuelta ;)