¿Por qué los perros tienen las orejas caídas? [VÍDEO]

31 enero 2018



Hace 150 años, mientras estudiaba los mecanismos de la selección natural y artificial, Charles Darwin se dio cuenta de que los animales domesticados presentaban una constante respecto a sus parientes salvajes: no solo eran menos agresivos, sino que tenían rasgos más suaves, como orejas caídas, mandíbulas más pequeñas y caras “infantiles”. Durante un tiempo, este fenómeno conocido como “síndrome de domesticación” fue un misterio para los científicos. Estaba claro que los humanos, al seleccionar determinados animales con rasgos menos agresivos para reproducirlos, estaban condicionando el proceso, pero ¿qué mecanismo fisiológico estaba detrás de aquellos cambios anatómicos?

Como se explica en este estupendo vídeo de Skunk Bear, hoy sabemos que el proceso de selección tiene que ver con un grupo de células embrionarias llamado cresta neural y el desarrollo de las glándulas suprarrenales que regulan la respuesta hormonal al estrés. Al seleccionar individuos que segregan menos adrenalina estamos seleccionando no solo a aquellos animales más pacíficos, sino a aquellos con una cresta neural menos desarrollada. Las células de esta estructura no solo controlan el desarrollo de la glándula suprarrenal; durante el desarrollo embrionario migran a distintas partes de cuerpo y controlan también la formación de la mandíbula, el color de la piel, la forma del cráneo, los dientes y las orejas. Esta modulación de la cresta neural explicaría parcialmente por qué las especies domesticadas tienden a tener la orejas caídas frente a sus parientes salvajes.




Aunque en el vídeo no se menciona, hay un famoso experimento realizado con zorros plateados por el científico ruso Dmitri Beliáyev a partir de 1959 que ilustra perfectamente este proceso. Intrigado por el mecanismo de domesticación de los perros, Beliáyev seleccionó un grupo de zorros siberianos y empezó a cruzarlos y a quedarse solo con aquellos que mostraban menos agresividad hacia sus cuidadores. Al cabo de diez generaciones los cachorros que nacían de la nueva “cepa” mostraban ya pieles con patrones moteados, un rabo erizado y orejas caídas, tal y como había predicho Darwin. El experimento ha continuado durante cinco décadas y los zorros, después de treinta generaciones, están completamente domesticados, no tienen miedo de la gente y se muestran juguetones, además de mostrar los rasgos anatómicos típicos del “síndrome de domesticación”. Si la hipótesis de la cresta neural es correcta, significaría que la mayoría de los cambios observados durante la domesticación son un subproducto accidental de la selección del comportamiento dócil. ¿No es fascinante? Aquí os dejo otro vídeo :)