Quiosquero

15 mayo 2006

Pies para quiosquero es, además de un puntazo de título, un blog que ofrece exactamente lo que anuncia; “Vivencias de un quiosquero de Barcelona sin tiempo para sentarse”, lo que no es poco, si tenemos en cuenta que Quiosquero, Dalr y Quiosquera –coautores de la página – cuentan a diario lo que ven y además lo cuentan bien.

El quiosquero es ese tipo entrañable que vive dentro del quiosco, asoma la cabeza y nos sirve la prensa. A veces nos parece un cangrejo ermitaño, un molusco raro que viviera entre fascículos y promociones. Sin embargo, gracias a este blog, descubrimos que la fauna está ahí fuera; los que se creen que el quiosco es el Banco de España, al cutrevendedor de mecheros o al psicópata de los calcetines. “Aprendemos a catalogar a la gente” – dice Quiosquero. “Conoces al simpático por naturaleza, al que quiere hacerse el simpático, al tostón, al que va a lo suyo, al malafollá...”

A través de los ojos del quiosquero nos vemos a nosotros mismos, nuestras manías y rarezas. “Las mujeres abren el monedero y buscan y rebuscan “intentando” juntar el importe exacto – dicen. “Los varones son más directos. Mano al bolsillo, lo agitan y con las mismas sacan la cartera… como el torero cuando entra a matar. ¡Que se vea que tienen pasta!”

“Seguimos con las promociones raras y tocanarices – dice otro día Quiosquero - Si la semana pasada Clara nos sorprendía ofreciendo a sus lectoras una botellita de aceite, Cosas de Casa se coloca en lo más alto del top ten de regalos absurdos adjuntando un bote de suavizante Vernel”

Este blog nos descubre que lo que más odia un quiosquero, además de la “cartoná” de temporada, son los días de lluvia; ésos en que el cliente “tiene la puñetera manía de ir con paraguas” y “de guarecerse de la lluvia bajo el toldo del quiosco”, mientras “pasea su paraguas abierto sobre los periódicos chorreándolo todo…”

O el problema de dónde colocar las revistas, por no hablar de la pornografía. “La cuestión es que el putiferio empieza a serme rentable” – dice Quiosquero. “Cuando llegó el Ejecutivo tuve que decirle que la única revista que quedaba estaba en inglés pero que los chominos salían en castellano. Se la llevó”.

Pero la cuestión que a muchos nos ha intrigado desde la infancia es dónde mea un quiosquero. El dilema queda, por fin, resuelto: “Al principio, confiando en la bondad de la gente, cerraba la puertecita, ponía el cartel de “vuelvo enseguida” y me escapaba a Can Superwaiter a aliviar la vejiga. Dos minutos treinta y cinco segundos; cronometrado. Al volver me encontraba algún parroquiano esperando o un par de euros sueltos en el mostrador. Hasta que sucedió lo que tenía que suceder. Un día, al volver, había desaparecido el clasificador de monedas. Con las monedas dentro, claro. Como Pancho, que se fue a echar la primitiva y todavía lo están esperando