Ventanas del cuerpo

18 octubre 2006

La fístula gástrica es una especie de ventana al interior del cuerpo. El sistema se aplica habitualmente en vacas y consiste en abrir un agujero en el costado del animal para poder acceder de manera permanente a su estómago. El método es empleado por los veterinarios con el fin de observar la digestión de los rumiantes o experimentar con nuevos piensos.

Una vez instalada la fístula, basta introducir la mano en el estómago de la vaca para sacar una muestra del alimento que está digiriendo. El animal, mientras tanto, no parece enterarse de nada. Para evitar que se salgan los jugos gástricos, la fístula está provista de un tapón de plástico que le permite hacer vida "normal". El sistema produce un efecto inquietante: la vaca se convierte en una especie de animal biónico a cuyo interior se puede acceder como si se tratara de un depósito de combustible.

Sin embargo, por extraño que parezca, la primera vez que se aplicó una fístula gástrica no fue en el cuerpo de una vaca sino en el de un ser humano; el de un pobre campesino canadiense llamado Alexis Saint Martin. Ésta es su historia:

En la mañana del 6 de junio de 1822, el joven Alexis Saint Martin se encontraba cerca del lago Hurón, en Michigan, cuando recibió un terrible disparo en el costado. Por lo visto, un cazador le había confundido con un pato. Los acompañantes le trasladaron inmediatamente al fuerte de la isla de Makignac, donde un médico del Ejército, el entonces desconocido Doctor William Beaumont, le atendió y limpió sus heridas. El plomo había atravesado las costillas, los pulmones y el estómago. En una primera observación el doctor no dio a Saint Martin más de 36 horas de vida. “El diafragma está dañado – escribió en sus apuntes – hay una perforación que accede directamente al estómago; cuando llegué, se le estaba saliendo el desayuno”. (Seguir leyendo)

Sin embargo, para sorpresa de todos, Saint Martin sobrevivió. Durante más de 17 días toda la comida que ingirió fue introducida por el doctor directamente en el estómago a través de la herida. Por primera vez un médico había conseguido instalar una fístula permanente en el cuerpo del paciente que le permitía acceder al interior de su cuerpo. “Este caso representa una oportunidad única para experimentar con los fluidos gástricos – escribió Beaumont en un momento de entusiasmo – No solo se pueden extraer fluidos cada dos o tres días sino que también se pueden introducir diferentes alimentos para observar su reacción”.

Durante los siguientes meses el doctor se planteó una y otra vez la posibilidad de realizar una nueva operación para cerrar la herida de forma definitiva y dar por curado a Saint Martin. Pero lo cierto es que nunca la cerró. Durante más de 20 años, William Beamont buscó diferentes excusas para mantener abierto aquel agujero que le permitía acceder a los secretos de la digestión y se las ingenió para mantener a Saint Martin junto a él. Año tras año, el doctor buscó la manera de mantener aquella extraña relación: contrató a Saint Martin para que realizara los trabajos de su casa y hasta le “consiguió” un contrato en el Ejército que le permitía tenerle a su disposición.

En los días en que trabajaba en la granja de los Beaumont, el doctor realizó todo tipo de experimentos con Saint Martin. Después de la jornada de trabajo, el médico introducía alimentos a través del agujero que después recuperaba tirando de una cuerda. Lo hacía en diferentes intervalos de tiempo para comprobar qué cantidad había sido digerida por el estómago. Con los jugos gástricos que le extraía, realizaba experimentos paralelos en frascos de cristal.

Entre sus muchos descubrimientos, Beaumont anotó que los jugos debían estar calientes a la hora de digerir la comida, que la leche se coagulaba antes de la digestión o que las verduras eran más costosas de digerir. Incluso realizó experimentos para comprobar la influencia del estado de ánimo durante el proceso; comprobó que cuando Alexis estaba de mal humor la digestión era mucho peor.

En 1833 el doctor William Beaumont publicó su libro “Experimentos y observaciones de los jugos gástricos y la Fisiología de la Digestión” que le lanzaría a la posteridad. En el libro describía 240 experimentos con el mismo sujeto y demostraba, después de años de discusión científica, que la digestión era un proceso de carácter químico. Después de todo aquel tiempo, el doctor había alcanzado el éxito y el reconocimiento, mientras que su incauto paciente seguía en la pobreza y víctima de una extraña herida sin curación.

Cuando murió, muchos años más tarde que el doctor, la familia tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para evitar que otros médicos siguieran experimentando con Saint Martin. Además de negarse a la autopsia o a ceder su cuerpo a la investigación, los familiares dejaron el cadáver en casa durante tres días para que entrara en avanzado estado de descomposición. La mañana del 24 de junio de 1880 lo enterraron a gran profundidad y en una tumba sin identificar, para evitar que otros científicos en busca de la gloria lo pudieran desenterrar.

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