La suerte de Yakov

19 enero 2007

En el año 1943, las autoridades del campo de concentración de Sachsenhausen recibieron un inesperado chivatazo: entre sus presos, y bajo una identidad secreta, se encontraba el hijo del mismísimo Josef Stalin. Los jerarcas nazis no daban crédito a la noticia: Yakov Dzhugashvili, capturado dos años antes en la batalla de Smolensko, había conseguido mantener oculta su identidad durante todo aquel tiempo, sin que ninguno de los internos le delatara. (Seguir leyendo)

Después de meses tratando de pasar desapercibido, aquel año de 1943 la suerte de Yakov cambiaría. Alguien – tal vez algún compañero molesto con su comportamiento – dio el soplo a las autoridades alemanas, que decidieron entonces hacer todo lo posible por quebrar su voluntad y convertirle a la causa nazi, lo que habría sido todo un golpe para la moral soviética. Sin embargo, Yakov se mantuvo firme y obligó a los nazis a cambiar de estrategia.

El general Von PaulusMeses después, el alto mando alemán, afectado por la catástrofe de Stalingrado, sugirió que Yakov fuera intercambiado a través de la Cruz Roja por el Mariscal de Campo Friedrich von Paulus. Dicen que la respuesta de Stalin dejó frío al mismísimo Hitler: "Yo no tengo ningún hijo llamado Yakov".


Otras versiones de la misma historia aseguran que Stalin dijo también que no se canjeaban soldados por mariscales de campo. En cualquier caso, Stalin no parecía tener un alto de concepto de su propio hijo y pensaba que se había entregado a las fuerzas alemanas. A ello se sumaba el hecho de que Stalin había anunciado duras medidas contra todos aquellos que fueran capturados, e incluso decretó que se arrestara a sus familias. En este caso, el dirigente soviético hizo una excepción y no se arrestó a sí mismo, sino que envió a prisión a la mujer de Yakov.

Pocas semanas después, el 15 de Abril 1943, Yakov Stalin cayó abatido por los disparos de los guardas del campo de Sachsenhausen. Se dijo que había tratado de escapar, aunque recientes investigaciones aseguran que se trató de un suicidio, ya que Yakov se arrojó voluntariamente sobre las vallas electrificadas de la prisión. En la versión de Milan Kundera, Yakov, que compartía su alojamiento con oficiales británicos, no pudo soportar sus críticas porque dejaba el retrete sucio y dejó su cuerpo entre las alambradas por puro orgullo. Así pues, tal y como afirma el autor de “La insoportable levedad del ser", "el hijo de Stalin dio su vida por la mierda”.

Curiosamente, el general Von Paulus, al que Stalin no quiso canjear, sí se convirtió a la causa soviética y fue utilizado durante años como elemento propagandista por el régimen de Moscú.

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