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Escrito por Aberrón a las 21:14 | 20 comentarios »
El 20 de noviembre de 1945, la agente secreta 139 DD 43 T fue condecorada por el Ejército británico por sus heroicas acciones de guerra. Al final de la IIGM, Mary of Exeter tenía miles de horas de vuelo, había realizado 23 misiones secretas y había sido herida de gravedad en tres ocasiones. El balance: 22 puntos de sutura, tres perdigonazos y la amputación de parte de un ala.
La agente 139 DD 43 T, bautizada como Mary of Exeter, fue una de las 32 palomas condecoradas con la medalla Dickin, el equivalente animal de la Cruz Victoria, el más alto distintivo del Ejército británico.
En algunos casos, la acción de una sola paloma logró salvar a batallones enteros, como sucedió durante la toma de Colvi Vecchia, en Italia. Los aliados tenían programado un bombardeo masivo sobre la ciudad sin saber que sus hombres ya habían tomado aquella posición. Gracias a que la paloma llegó a tiempo, se canceló el ataque aéreo y se salvó la vida de centenares de soldados.
Las palomas mensajeras desempeñaron un papel importantísimo durante ambas guerras mundiales. Todos los aviones de la RAF partían de Inglaterra con un par de palomas a bordo, que podían ser enviadas de regreso en caso de dificultades y transmitir la ubicación exacta del aparato derribado.
Los alemanes conocían el asunto y colocaron un auténtico ejército de halcones en la costa francesa, entrenados para evitar el paso de informaciones. También apostaron cientos de tiradores con la misión de derribar a las palomas. Además de sobrevivir a la explosión de una bomba, nuestra heroína, Mary of Exeter, escapó de las garras de los halcones nazis en varias ocasiones, y logró volar hasta el cuartel general a pesar de las heridas.
Según algunas fuentes, ya durante la IGM algunas importantes operaciones se desarrollaron gracias a la información proporcionada por minicámaras portadas por palomas mensajeras.
La idea fue patentada en 1903 por el farmacéutico alemán Julius Neubronner, que diseñó una cámara lo suficientemente ligera para ser transportada por palomas. El farmacéutico suponía que, además de servir para llevar mensajes, estas aves podían pasar desapercibidas a la hora de tomar fotos-espía desde la altura. Y así fue como creó la ‘Bavarian Pigeon Corps’, algunas de cuyas instantáneas aéreas pudieron ser contempladas, con gran asombro de sus contemporáneos, durante la Exposición Fotográfica Internacional de Dresde, en 1909.
Escrito por Aberrón a las 1:34 | 13 comentarios »
Importancia de los objetos personales en la carrera espacial.
Los chicos del sándwich
La anécdota del sándwich, tal y como se demostró después en una investigación, vulneró las órdenes de vuelo y puso en peligro la misión. Además de llenar la cabina de migas que podían haber dañado los equipos, Young llevó el sándwich oculto durante dos largos días, lo que podía haberles hecho enfermar. La idea de Young era darle una sorpresa a su compañero Gus Grissom llevándole un sándwich de su restaurante favorito en Florida. Según cuenta Young, al descubrir el regalo, Grissom se mostró alarmado y le advirtió de que tenían “un problema”. “¿Cuál?” – preguntó Young extrañado. “¡Que no tenemos mostaza!”. (Seguir leyendo)
El inventario de enseres personales llevados por los astronautas durante los viajes espaciales es casi tan absurdo como la anécdota del sándwich. Colecciones de monedas, calcetines centenarios e incluso unas espuelas pertenecientes a Ronald Reagan han viajado dentro de las naves de la NASA. Sin ir más lejos, en el año 1998, el astronauta español Pedro Duque introdujo en su equipaje personal un tricornio en miniatura por el que luego recibió un sentido homenaje de la Guardia Civil.
Años antes, una pieza del primer avión de los hermanos Wright había viajado a bordo del Apolo 11; un astrolabio persa del siglo XVII lo había hecho a bordo del Columbia en 1983 y un pedazo de la quilla del barco del capitán Cook salió al espacio dentro del Apolo 15. Durante la misión del Apolo 16, el inagotable John Young (el mismo del sándwich) llevó al espacio un broche para la mujer de un amigo astronauta, pero en algún momento durante su paseo espacial se perdió. Se supone que el broche descansa aún hoy en algún lugar sobre las playas de la luna.
El 5 de febrero de 1971, el astronauta Alan Shepard – componente de la misión Apolo 14 – después de un paseo de cuatro horas y media por la superficie la luna, sacó de su traje espacial una pala de aluminio, le fijó la cabeza de un hierro 6 Wilson que había llevado oculto y se puso a jugar al golf. El primer intento, según él mismo retransmitió para los sorprendidos técnicos de Houston, “tocó más tierra que bola”. El segundo movió la bola apenas unos metros y el último – gracias a la ausencia de gravedad – se perdió en el horizonte en el golpe de golf más extraordinario jamás contado. “Millas y millas y millas” – gritó el extasiado Sephard sin saber dónde caería la bola.
Tan solo unos miles de metros más arriba, sobre la cabeza de aquel golfista improvisado, se encontraba el astronauta Stuart Roosa, al mando del Kitty Hawk, el módulo que llevaría a los tripulantes del Apolo 14 de vuelta a casa. En su kit de objetos personales, Roosa había incluido un cilindro metálico con más de 400 semillas seleccionadas por el Servicio Forestal al que había pertenecido en su juventud. Había semillas de pinos, plátanos y secuoyas; las primeras y únicas semillas que viajarían y volverían de la luna.
A su regreso, la historia de aquellas “semillas lunares” alcanzó cierta celebridad. Todos querían tener uno de aquellos árboles. Muchos fueron plantados frente a edificios históricos, organismos oficiales e instituciones de Estados Unidos, desde Washington a Nueva Orleáns. Un árbol fue enviado al emperador del Japón. Otros llegaron a Suiza y Brasil, pero al cabo de un tiempo se perdió la pista de muchas de las semillas y el asunto se les fue de las manos. Actualmente, Dave Williams, científico de la NASA, sigue recolectando información sobre el paradero de los árboles. Tanto es así, que Williams ha creado un sitio de Internet dedicado exclusivamente al tema. Hasta ahora ha localizado el destino de unas 40 de aquellas 400 semillas “espaciales”.
El asunto más desagradable se produjo durante la misión del Apolo 15. A aquellas alturas, el paso de cualquier objeto por el espacio lo convertía en un fetiche que se pagaba a precio de oro. Normalmente, los astronautas portaban objetos para las familias, o a petición de instituciones o políticos que querían realizar algún gesto de cara a la galería. En julio de 1971, los tripulantes del Apolo 15, Dave Scott, Al Worden, y Jim Irwin se llevaron a la luna –sin conocimiento de la NASA – unos 400 sellos conmemorativos que después vendieron a un precio desorbitado en el mercado filatélico. La NASA descubrió el asunto y aquellos tres astronautas nunca volvieron a volar.
Ocasionalmente la NASA encarga a los astronautas llevar algún tipo de bandera u objeto de carácter institucional. En los años 80, el astronauta Joe Allen descubrió que su misión en el Columbia había transportado unas espuelas que pertenecían al presidente Reagan. “Me enteré por casualidad – contó después Allen – porque en su vista a la Casa Blanca el administrador de la agencia espacial se las entregó al presidente y le dijo “aquí tiene sus espuelas, que han volado a bordo del STS-7”
Durante todos estos años son muchas las placas conmemorativas, banderas y objetos personales que los astronautas han ido dejando sobre la superficie de la Luna. Las pelotas de golf lanzadas por Sephard aún permanecen allí, y junto a ellas perviven otras huellas de la exploración espacial. Los módulos y vehículos utilizados en los distintos viajes aún descansan entre sus cráteres. Se calcula que en todo este tiempo el hombre ha llevado a la Luna unos 170.000 kg. de materiales, mientras que apenas ha recogido 382 kg. Existen mapas con la localización exacta de los restos de este inmenso vertedero. Tal vez sean útiles en un futuro si se plantea una nueva misión a la Luna, esta vez para limpiarle la cara. Escrito por Aberrón a las 10:00 | 18 comentarios »
Unos días antes, la noche del 23 de enero, un grupo de húsares había sido avistado sobre el hielo, en las inmediaciones del buque holandés “Admiraal Piet Heyn”. El cirujano de a bordo describió los hechos en su diario: ”El sábado por la mañana uno de mis sirvientes me informó de que había un húsar francés apostado frente a nuestro barco. Me asomé por el ojo de buey y efectivamente, allí estaba”.
En 1834 el Baron Lahure, que participó en aquella campaña, explicó en el diario "Echo de la Frontière" que las tropas francesas habían recibido días antes noticias sobre la situación de la armada holandesa, bloqueada por el hielo cerca de Texel. “Partimos de inmediato con un escuadrón de caballería ligera – explica el Barón Lahure – y antes del amanecer tomamos posiciones entre las dunas. Cuando los barcos nos vieron, prepararon sus defensas. Enviamos una avanzadilla seguida del resto de nuestras fuerzas. En pocos minutos la flota estaba tomada”.Escrito por Aberrón a las 0:04 | 7 comentarios »
Se despide el florido byte. A partir de hoy la red será un poco menos interesante.
Escrito por Aberrón a las 18:18 | 0 comentarios »
Provisto de un cubo lleno de carroña, y para deleite de algún turista aventurero, el “hombre-hiena” emite extraños sonidos guturales y llama a las hienas por sus nombres. Entonces aparecen ellas y dan cuenta de la carne.
La imagen es obra del fotógrafo sudafricano Pieter Hugo, que pasó diez días junto al grupo y escuchó sus historias. Los domadores de hienas – que componen una especie de “gitano de la cabra” pero en exótico – se desplazan de un suburbio a otro sacando algún dinero. En los últimos tiempos han tenido algunos problemas con la Policía. Según le contaron a Hugo, varios agentes abrieron fuego contra ellos por saltarse un control policial y mataron a dos de sus hienas.
La versión de la prensa local era un poco diferente. Según el diario This Day, de Lagos, “una banda de hombres armados que utilizaban una hiena y un mono para robar a sus víctimas, mantuvo un tiroteo con la Policía”. El periódico decía que uno de los agentes había sido mordido por una hiena tras emprenderla a tiros con ella y con el mono.
Sea como fuere, esta curiosa familia sabe dónde conseguir más hienas y cómo domesticarlas. El grupo se marcha a las montañas y regresa al cabo de dos meses con nuevos ejemplares. El truco, según cuentan, consiste en sacar a la hiena de su madriguera y administrarle una hierba que muy pocos conocen. Solo entonces, por una suerte de embrujo, las hienas obedecen a los hombres.Escrito por Aberrón a las 0:05 | 5 comentarios »
El Seagaia Ocean Dome, en Miyazaki (Japón) es la mayor playa artificial y climatizada del mundo. Las instalaciones conservan una temperatura media de 30º C, mientras que el agua se mantiene a unos 28ºC.
La playa dispone, además, de un techo desplegable que permite bañarse tranquilamente los días de lluvia. A escasos metros de la playa artificial se extienden las hermosas y vacías playas naturales.Escrito por Aberrón a las 0:07 | 10 comentarios »
En la localidad tailandesa de Chonburi, unos 70 kilómetros al este de Bangkok, puede que muchos no sepan quién es Michael Schumacher, pero disfrutan desde hace años de una de las carreras más espectaculares del planeta.
Las carreras de búfalos de Chonburi se celebran una vez al año, con el inicio de la cosecha de arroz y en la decimocuarta luna llena del undécimo mes. El evento atrae a agricultores de todo el país, que acuden con sus búfalos desde las regiones más remotas, a través los campos encharcados.
Chonburi ha sido tradicionalmente el centro de una gran feria del ganado, donde se celebra la fiesta anual de las cosechas. Se dice que a finales del siglo XIX un campesino llamado Chai presumió ante los otros comerciantes de que su búfalo era mucho mejor que el de su vecino Kittipong. Ambos se desafiaron a echar una carrera y el resultado fue tan emocionante que al año siguiente todos quisieron repetir.
Los búfalos recorren 130 metros a una velocidad desorbitada. Los jinetes acaban muchas veces por el suelo o entre las patas de los búfalos. Pero el premio merece la pena: 300 euros y una bomba de riego para sus cosechas. Escrito por Aberrón a las 0:15 | 8 comentarios »
El de la foto superior es Siam, uno de los últimos leones blancos que quedan sobre la tierra. Acaba de llegar al zoo de Buenos Aires, donde permanecerá durante los meses de invierno. Pesa 200 kilos y tiene seis años. Su color, como el de todos los leones blancos, no se debe a un caso de albinismo, sino que es producido por un gen recesivo, como el que poseen los conocidos tigres blancos.
Hasta 1970 no quedó acreditada la existencia de leones blancos. El parque de Timbavati, en Sudáfrica, se destapó como el auténtico santuario de estos animales, pero el descubrimiento llegaba demasiado tarde. El peligro de supervivencia estaba en su propia naturaleza, el gen recesivo debía estar presente en ambos progenitores para que naciera un nuevo león blanco, por lo que las posibilidades de perpetuar esa característica se reducían a un 25 por ciento.
En 1975, temiendo por su supervivencia, Chris McBride, el autor de las fotos que habían dado a conocer a estos leones, organizó una expedición para capturar a tres ejemplares que fueron enviados al zoo de Pretoria. Desde entonces hasta hoy no ha sobrevivido ningún león blanco en libertad. Escrito por Aberrón a las 11:04 | 57 comentarios »
Grupo de santones jugando al fútbol en la ciudad de Allahabad.
Santón hablando por el móvil durante la fiesta sagrada de la Kumbh Mela.
Escrito por Aberrón a las 9:47 | 7 comentarios »